Después de la independencia de la
mayor parte del territorio de la América española, al inicio del siglo XIX,
durante el reinado de Fernando VII, España sólo conservó las islas de Cuba y
Puerto Rico, y los archipiélagos de las Filipinas, las Carolinas y las Marianas
en el Pacífico
Desde el punto de vista
económico, Cuba y Puerto Rico se basaban en una agricultura de exportación,
principalmente en el azúcar de caña y el tabaco. Eran unas colonias que
alcanzaron un importante desarrollo y eran muy lucrativas para la
metrópoli. Cuba se convirtió en la
primera productora de azúcar del mundo.
Debido a las duras leyes
arancelarias impuestas por el gobierno de Madrid, estos territorios se
convirtieron en un "mercado cautivo" de los textiles catalanes o las
harinas castellanas. Esta situación perjudicaba a las islas antillana que
podían encontrar productos mejores y más baratos en Estados Unidos
En Cuba y Puerto Rico, comenzaron
a defender los intereses de los esclavos, beneficiada por la relación comercial
con la metrópoli. El caso filipino era diferente. La población española era
escasa y existían pocos capitales invertidos. El dominio español se sustentaba
de la presencia militar y, sobre todo, del poder de las órdenes religiosas.
En referencia a los antecedentes de la guerra, ya el problema colonial había constituido una de las mayores
preocupaciones desde el Inicio de la Restauración, ya que en 1868 se tuvo que
hacer frente a la guerra de los Diez años que finalizó con la paz de Zanjón.
Sin embargo, el espíritu independentista siguió latente entre la población
criolla lo que llevó a una nueva
sublevación, la llamada Guerra Chiquita, que fue rápidamente sofocada
(1879-1880). Estas dos guerras fomentaron el nacionalismo cubano en la isla
En febrero de 1895 estalló una
nueva sublevación independentista en Cuba con el grito de Baire, planificada
por el partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí, que proclamó la
libertad de Cuba en el manifiesto de Montecristi. La insurrección fue dirigida
por Antonio Maceo y Máximo Gómez y se extendió a todo la isla. Un año después,
en 1896, estalló la guerra de Filipinas y el general Polavieja aplicó una
enérgica política y condenó a muerte a José Rizal, el líder intelectual del independentismo
La política española había
intentado evitar por todos los medios un enfrentamiento con Estados Unidos,
pero este país por el contario, tenía una actitud imperialista ante el
conflicto, por lo que Estados Unidos se enfrentó a los rebeldes Cubanos, ya que tenían intereses
económicos y mineros, por ser Cuba la primera productora de azúcar en el mundo
y a demás, tuvieron un gran interés geoestratégico, ya que buscaban el dominio
del Caribe y de Centroamérica. El incidente que propició el estallido de la
guerra fue la explosión del acorazado Maine el 15 de Febrero de 1898 en la bahía de la Habana. El acorazado
fue enviado a Cuba con el propósito de proteger los intereses estadounidenses
en la isla, por lo que su hundimiento fue motivo esgrimido por Estados Unidos
para declarar la Guerra a España. Finalmente, el 10 de Diciembre de 1898.
España reconocía la independencia de Cuba y cedía a Estados Unidos, Puerto
Rico, la isla de Guam en las Marianas y
las Filipinas
Por último la pérdida de las
colonias españolas tuvo importantes consecuencias en España: desde el punto de
vista demográfico, las guerras coloniales se saldaron con un total de 120.000
muertos, desde el punto de vista económico, la derrota supuso la pérdida del
mercado colonial y de su principal fuente de riquezas, situación que reafirmó
el proteccionismo. No obstante la repatriación de los capitales invertidos en
Cuba dio cierto dinamismo a la economía española. También apareció el
regeneracionismo, con una doble vertiente de reforma política y educativa
El desastre del 98 y la crisis
que le siguió, destaparon los problemas sobre los que reflexionará una nueva
generación de españoles en el nuevo siglo
Fátima Aguirre
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